viernes, 12 de enero de 2018

Recomendación literaria :LA TRADICIÓN VITIVINÍCOLA DE LOS COMONDÚ. Doctor Francisco López Gutiérrez

LA TRADICIÓN VITIVINÍCOLA DE LOS COMONDÚ.
Doctor Francisco López Gutiérrez


Editorial
 Instituto Sudcaliforniano de cultura.


Desde su portada, este pequeño pero sustancioso libro, nos remonta a un lugar de ensueño: un oasis de palmeras y vides que brotan, en medio de los cerros áridos y la tierra suelta de los valles de la Baja California Sur, como un regalo a la vista de cientos de fuereños, que llegan cada año, buscando saciar su sed de curiosidad y conocimiento, de nostalgia y también de la más común, la que reseca la garganta.  

La tradición vitivinícola de los Comondú es una obra embaucadora, fácil de abrazar y de leer, que parece, a simple vista, nacida de la espontaneidad, debido al lenguaje claro y sin rebuscamientos que en ella se maneja, el cual, no es nada más que el retrato del hablar cotidiano de un comundeño humilde y hospitalario como lo es don Olegario Murillo, el hombre que continúa con el legado jesuítico de la elaboración del vino artesanal, heredado a su familia, a través de varias generaciones

El doctor Francisco López Gutiérrez, conocido por su incansable desempeño en el campo de la educación y su ardua labor de rescate y preservación de la historia e identidad sudcaliforniana. Y, en la parte visual, Elizabeth Moreno Damm y Alejandro Rivas Sánchez, dos fotógrafos reconocidos y galardonados, cada uno, por su gran talento y el enorme esfuerzo que realizan en pro de la valoración del patrimonio cultural, especialmente en las comunidades rurales, suman voluntades para mostrar, a través de este libro, una ventana hacia esta actividad tan interesante y antigua como nuestros orígenes.



Al irnos adentrando en el contenido, vamos notando el cuidado y profesionalismo con los que, el Doctor Francisco López Gutiérrez realiza una muy bien lograda entrevista donde desentraña el método para la recolección de la uva y la elaboración, almacenaje y envasado del vino; mientras Elizabeth Moreno Damm y Alejandro Rivas Sánchez recrean la vista y el corazón, con 32 excepcionales fotografías que a lo largo de las 62 páginas se intercalan con la historia, hasta llevarnos de la mano al mismísimo corazón vitivinícola de San Miguel de Comondú.

Con su natural elocuencia, Don Olegario incluye algunas anécdotas y vivencias, las cuales rompen el tono ceremonioso a la entrevista, convirtiéndola en una plática amena, de ésas que se dan bajo cualquier corredor de palma, en algunas de las comunidades sudcalifornianas, lo que nos hace sentir como si estuviéramos en el rancho de los abuelos y, de ese modo, continuamos hasta el final la lectura, con una sonrisa dibujada en los labios y en la boca el naciente cosquilleo por saborear pronto un buen vaso de vino artesanal, orgullosamente choyero

Un libro ampliamente recomendado, para presumir a propios y extraños lo que se hace y bien en nuestra tierra para exaltar en los corazones de las nuevas generaciones el orgullo por nuestra gente y nuestras tradiciones, así como el amor a la tierra y todo lo que éste conlleva.

 Por MJ Ceseña

jueves, 11 de enero de 2018

De la Soledad y Harén de Soledades Luis Budar


DE LA SOLEDAD

Nadie puede conocer ninguna distinta

apenas se cruza la frontera que defiende el prójimo

deja cada soledad de serlo

y es inevitable



Confinada mi soledad a mí

ningún otro tropezará en su oscuridad

ni de su luz podrá prevalerse

que aún no queriendo

me evitarán todos

a toda costa



Sin saber qué hacer

cada uno consigo mismo

natural es no querer saber nada

de nadie.



LB Noviembre 5, 2017


HARÉN DE SOLEDADES Cuento, Bonifacio Padilla González, Editorial Salto Mortal, Guadalajara, Jalisco, México, primera edición, 2016.

La soledad, esa condición humana de la que sólo conozco (y sólo conoceré) mi propia versión. Para saber de otras soledades, de la soledad de los otros, requeriría de acompañar y la compañía, voluntaria o involuntaria, cancelaría (o suspendería, así fuera temporalmente) la soledad ajena. El caso es la soledad propia como única soledad conocida y, para efectos del libro que se nos ofrece, como única soledad agrupable en el harén del autor. O eso creía, antes de disponerme a su lectura.

Si el lector espera encontrar aquí el lugar favorito del sultán de la región, puede respirar tranquilo. No hay mujeres propiedad de nadie, ni hombres señores de nada. De las noches, ni suspiros ni efluvios; sólo algunos recuerdos de lo que fue o ensoñaciones de timidísimos deseos. Nada pues de que preocuparse, ni por lo cual detener la lectura.

No se hallan tampoco exhortaciones morales ni lindos retratos de la vida en el campo, que subir de Los Altos a la más alta Sierra del Tigre sólo para hallar que la pobreza se extiende hasta allá y no tiene límite, no es lindo, no puede serlo. La pobreza y la ignorancia no son hermosas ni encomiables (casi oigo al autor decirlo), pero eso no impide que en medio de ellas surjan la bondad, el amor, la belleza y, justo al mismo tiempo, los seres humanos que los encarnan y los admiran y los aprecian. Aunque eso en que se encarnan se corrompa y quiebre, que el cuerpo ha de perderse pero no las ánimas, que por más perdidas que aparenten estar saben lo que buscan o, al menos, eso nos dicen.

Lo que abunda en esta tierra, en estas soledades, es la luz, cierta luz, enceguecedora, “abrasadora, despiadada, satisfecha de su propia plenitud”, diríase Dios (o mejor dios, como lo propone el Maese Bonifacio, con tal de no absolutizar la desazón). Luz, dios, sol “ciego de tanta luz”, ¿para qué se le usa, ruega, sirve? Sólo que sea para cerrar los sentimientos, para confirmar la pérdida irreversible de la inocencia, para herirse y llagarse de esa conciencia que se ceba en la arrogancia que surge del hambre que proviene de la pobreza en que estos hombres y mujeres se instalan, no cómodamente quizás, pero seguro se instalan que a la cantina “Las Ánimas” todos llegan, que su letrero claramente reza “No se admiten militares ni hombres armados. Mujeres sí”, por lo que el sol queda fuera de cualquier invitación. Y con el sol el cielo y el día.

Por eso la noche es el cauce, la puerta abierta, la salida. Si el cielo no ofrece refugio alguno, si la luz pierde y se pierde, justo es encontrar el rumbo y el destino guarecidos en las sombras. Lo mismo para asistir al paso de la estrella que cae que para esperar verla surgir de nuevo, para hallar el amor al fin (y sin fin) que para sufrir la condena de no hallarlo nunca, que nunca lo procuramos mientras de la luz fuimos, que el cielo puede morir (que no se nos olvide) “porque la oscuridad sin el temblor de ninguna luz es caos primigenio, la desnudez de toda nada”.

No obstante, hay alivio, hasta para el sol. Y el alivio es la muerte, sorpresiva e inesperadamente amorosa muerte, anunciada por el viento, “ánima que a todas mece como a hojas vivas”, muerte que a todos abrazas y consuelas, que a todos acoges con la sola condición de haber amado, de haber dejado amar, de haber visto, de haber probado, de haber oído, de haber tocado, de haber vivido… El que no, no. Para ese queda el olvido, “el infierno de ese eterno  olvido”.

Menos mal. “La vida de la muerte es larga”. Nos espera. 

Luis Budar, enero de 2016.



Soledad de Angel Eduardo Sanchez Gil



Soledad
Desde el abismo obscuro
donde avizoro la luz,
hasta el desenlace grave,
soledad, nos acompañas. 

Rueca, huso, cartabón, 
como tijera afilada,
magnitud del cruel destino,
eres el cómo y cuándo.

Herida lacerante,
desamparo, abandono, 
desolación humana 
frente al cosmos gigantesco.

Ordinaria, aterradora,
nunca serás colectiva.
Acompañante obligada,
obscuridad, frío y silencio.

Terror en el accidente, 
tortura que nos secuestra, 
amargo sabor de boca,
soledad acompañada.

Fracasada virtual,
que canjea la compañía
del más cálido abrazo
por resplandor de pantalla.
  
Eternamente buscada,
que con tu encuentro propicias, 
crecimiento y reflexión,
por el espíritu inquieto.

Condición afortunada 
de libertad ejercida,
que se busca y se defiende
como triunfo sin igual.

Encabezado famoso,
conocido del lector,
en los Cien Años de Gabo
y el Laberinto de Paz.
A. Eduardo Sánchez Gil










SEMBLANZA
Angel Eduardo Sánchez Gil (México, D.F. 1954)
Médico Cirujano por la UNAM, especialista en Cirugía General con estudios en Angiología y Cirugía Vascular.
Residente en La Paz, Baja California Sur desde 1985.
Autor de artículos científicos de su especialidad. Actualmente retirado de la vida institucional habiendo dedicado más de treinta años al ejercicio profesional en IMSS e ISSSTE siendo colaborador en el Boletín de la Sociedad Médica del ISSSTE, (SOCMEDIS).
Participante en diversos talleres de creación literaria.
Primer lugar por cuatro años consecutivos de los juegos florales organizados por la comunidad del Colegio La Paz de esta ciudad.

Participante en publicaciones de la Revista Cascabel,  Taller de la Serpiente y Colectiva Editorial. Miembro activo de E.S.A.C., La Paz.

Recomendación literaria :LA TRADICIÓN VITIVINÍCOLA DE LOS COMONDÚ. Doctor Francisco López Gutiérrez

LA TRADICIÓN VITIVINÍCOLA DE LOS COMONDÚ. Doctor Francisco López Gutiérrez Editorial   Instituto Sudcaliforniano de cultura. ...