viernes, 12 de enero de 2018

Recomendación literaria :LA TRADICIÓN VITIVINÍCOLA DE LOS COMONDÚ. Doctor Francisco López Gutiérrez

LA TRADICIÓN VITIVINÍCOLA DE LOS COMONDÚ.
Doctor Francisco López Gutiérrez


Editorial
 Instituto Sudcaliforniano de cultura.


Desde su portada, este pequeño pero sustancioso libro, nos remonta a un lugar de ensueño: un oasis de palmeras y vides que brotan, en medio de los cerros áridos y la tierra suelta de los valles de la Baja California Sur, como un regalo a la vista de cientos de fuereños, que llegan cada año, buscando saciar su sed de curiosidad y conocimiento, de nostalgia y también de la más común, la que reseca la garganta.  

La tradición vitivinícola de los Comondú es una obra embaucadora, fácil de abrazar y de leer, que parece, a simple vista, nacida de la espontaneidad, debido al lenguaje claro y sin rebuscamientos que en ella se maneja, el cual, no es nada más que el retrato del hablar cotidiano de un comundeño humilde y hospitalario como lo es don Olegario Murillo, el hombre que continúa con el legado jesuítico de la elaboración del vino artesanal, heredado a su familia, a través de varias generaciones

El doctor Francisco López Gutiérrez, conocido por su incansable desempeño en el campo de la educación y su ardua labor de rescate y preservación de la historia e identidad sudcaliforniana. Y, en la parte visual, Elizabeth Moreno Damm y Alejandro Rivas Sánchez, dos fotógrafos reconocidos y galardonados, cada uno, por su gran talento y el enorme esfuerzo que realizan en pro de la valoración del patrimonio cultural, especialmente en las comunidades rurales, suman voluntades para mostrar, a través de este libro, una ventana hacia esta actividad tan interesante y antigua como nuestros orígenes.



Al irnos adentrando en el contenido, vamos notando el cuidado y profesionalismo con los que, el Doctor Francisco López Gutiérrez realiza una muy bien lograda entrevista donde desentraña el método para la recolección de la uva y la elaboración, almacenaje y envasado del vino; mientras Elizabeth Moreno Damm y Alejandro Rivas Sánchez recrean la vista y el corazón, con 32 excepcionales fotografías que a lo largo de las 62 páginas se intercalan con la historia, hasta llevarnos de la mano al mismísimo corazón vitivinícola de San Miguel de Comondú.

Con su natural elocuencia, Don Olegario incluye algunas anécdotas y vivencias, las cuales rompen el tono ceremonioso a la entrevista, convirtiéndola en una plática amena, de ésas que se dan bajo cualquier corredor de palma, en algunas de las comunidades sudcalifornianas, lo que nos hace sentir como si estuviéramos en el rancho de los abuelos y, de ese modo, continuamos hasta el final la lectura, con una sonrisa dibujada en los labios y en la boca el naciente cosquilleo por saborear pronto un buen vaso de vino artesanal, orgullosamente choyero

Un libro ampliamente recomendado, para presumir a propios y extraños lo que se hace y bien en nuestra tierra para exaltar en los corazones de las nuevas generaciones el orgullo por nuestra gente y nuestras tradiciones, así como el amor a la tierra y todo lo que éste conlleva.

 Por MJ Ceseña

jueves, 11 de enero de 2018

De la Soledad y Harén de Soledades Luis Budar


DE LA SOLEDAD

Nadie puede conocer ninguna distinta

apenas se cruza la frontera que defiende el prójimo

deja cada soledad de serlo

y es inevitable



Confinada mi soledad a mí

ningún otro tropezará en su oscuridad

ni de su luz podrá prevalerse

que aún no queriendo

me evitarán todos

a toda costa



Sin saber qué hacer

cada uno consigo mismo

natural es no querer saber nada

de nadie.



LB Noviembre 5, 2017


HARÉN DE SOLEDADES Cuento, Bonifacio Padilla González, Editorial Salto Mortal, Guadalajara, Jalisco, México, primera edición, 2016.

La soledad, esa condición humana de la que sólo conozco (y sólo conoceré) mi propia versión. Para saber de otras soledades, de la soledad de los otros, requeriría de acompañar y la compañía, voluntaria o involuntaria, cancelaría (o suspendería, así fuera temporalmente) la soledad ajena. El caso es la soledad propia como única soledad conocida y, para efectos del libro que se nos ofrece, como única soledad agrupable en el harén del autor. O eso creía, antes de disponerme a su lectura.

Si el lector espera encontrar aquí el lugar favorito del sultán de la región, puede respirar tranquilo. No hay mujeres propiedad de nadie, ni hombres señores de nada. De las noches, ni suspiros ni efluvios; sólo algunos recuerdos de lo que fue o ensoñaciones de timidísimos deseos. Nada pues de que preocuparse, ni por lo cual detener la lectura.

No se hallan tampoco exhortaciones morales ni lindos retratos de la vida en el campo, que subir de Los Altos a la más alta Sierra del Tigre sólo para hallar que la pobreza se extiende hasta allá y no tiene límite, no es lindo, no puede serlo. La pobreza y la ignorancia no son hermosas ni encomiables (casi oigo al autor decirlo), pero eso no impide que en medio de ellas surjan la bondad, el amor, la belleza y, justo al mismo tiempo, los seres humanos que los encarnan y los admiran y los aprecian. Aunque eso en que se encarnan se corrompa y quiebre, que el cuerpo ha de perderse pero no las ánimas, que por más perdidas que aparenten estar saben lo que buscan o, al menos, eso nos dicen.

Lo que abunda en esta tierra, en estas soledades, es la luz, cierta luz, enceguecedora, “abrasadora, despiadada, satisfecha de su propia plenitud”, diríase Dios (o mejor dios, como lo propone el Maese Bonifacio, con tal de no absolutizar la desazón). Luz, dios, sol “ciego de tanta luz”, ¿para qué se le usa, ruega, sirve? Sólo que sea para cerrar los sentimientos, para confirmar la pérdida irreversible de la inocencia, para herirse y llagarse de esa conciencia que se ceba en la arrogancia que surge del hambre que proviene de la pobreza en que estos hombres y mujeres se instalan, no cómodamente quizás, pero seguro se instalan que a la cantina “Las Ánimas” todos llegan, que su letrero claramente reza “No se admiten militares ni hombres armados. Mujeres sí”, por lo que el sol queda fuera de cualquier invitación. Y con el sol el cielo y el día.

Por eso la noche es el cauce, la puerta abierta, la salida. Si el cielo no ofrece refugio alguno, si la luz pierde y se pierde, justo es encontrar el rumbo y el destino guarecidos en las sombras. Lo mismo para asistir al paso de la estrella que cae que para esperar verla surgir de nuevo, para hallar el amor al fin (y sin fin) que para sufrir la condena de no hallarlo nunca, que nunca lo procuramos mientras de la luz fuimos, que el cielo puede morir (que no se nos olvide) “porque la oscuridad sin el temblor de ninguna luz es caos primigenio, la desnudez de toda nada”.

No obstante, hay alivio, hasta para el sol. Y el alivio es la muerte, sorpresiva e inesperadamente amorosa muerte, anunciada por el viento, “ánima que a todas mece como a hojas vivas”, muerte que a todos abrazas y consuelas, que a todos acoges con la sola condición de haber amado, de haber dejado amar, de haber visto, de haber probado, de haber oído, de haber tocado, de haber vivido… El que no, no. Para ese queda el olvido, “el infierno de ese eterno  olvido”.

Menos mal. “La vida de la muerte es larga”. Nos espera. 

Luis Budar, enero de 2016.



Soledad de Angel Eduardo Sanchez Gil



Soledad
Desde el abismo obscuro
donde avizoro la luz,
hasta el desenlace grave,
soledad, nos acompañas. 

Rueca, huso, cartabón, 
como tijera afilada,
magnitud del cruel destino,
eres el cómo y cuándo.

Herida lacerante,
desamparo, abandono, 
desolación humana 
frente al cosmos gigantesco.

Ordinaria, aterradora,
nunca serás colectiva.
Acompañante obligada,
obscuridad, frío y silencio.

Terror en el accidente, 
tortura que nos secuestra, 
amargo sabor de boca,
soledad acompañada.

Fracasada virtual,
que canjea la compañía
del más cálido abrazo
por resplandor de pantalla.
  
Eternamente buscada,
que con tu encuentro propicias, 
crecimiento y reflexión,
por el espíritu inquieto.

Condición afortunada 
de libertad ejercida,
que se busca y se defiende
como triunfo sin igual.

Encabezado famoso,
conocido del lector,
en los Cien Años de Gabo
y el Laberinto de Paz.
A. Eduardo Sánchez Gil










SEMBLANZA
Angel Eduardo Sánchez Gil (México, D.F. 1954)
Médico Cirujano por la UNAM, especialista en Cirugía General con estudios en Angiología y Cirugía Vascular.
Residente en La Paz, Baja California Sur desde 1985.
Autor de artículos científicos de su especialidad. Actualmente retirado de la vida institucional habiendo dedicado más de treinta años al ejercicio profesional en IMSS e ISSSTE siendo colaborador en el Boletín de la Sociedad Médica del ISSSTE, (SOCMEDIS).
Participante en diversos talleres de creación literaria.
Primer lugar por cuatro años consecutivos de los juegos florales organizados por la comunidad del Colegio La Paz de esta ciudad.

Participante en publicaciones de la Revista Cascabel,  Taller de la Serpiente y Colectiva Editorial. Miembro activo de E.S.A.C., La Paz.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Huyendo de la soledad Poesía de Alejandro Montero



Huyendo de la soledad

Atravieso velozmente espinas rabiosas 
que raspan mis dunas epidérmicas 
y me sacan llagas de la tristeza. 

Mi piel es melancólico desierto
es vertedero áspero 
de dolores del pasado
con tumbas paranoicas 
llenas de miedo por el devenir. 

Corro vehemente 
desgarbado y sin aliento. 
Caigo hacia agujeros 
sumergidos en penumbras marítimas. 

Encadenado y aterrado
busco manos 
                                             ¡no hay nada! 
todo se derrama hacia todos lados 
y yo me vuelvo árbol seco 
y sediento. 

Soy lo cuarteado del cielo 
y orfandad de vacíos 
que gimen desesperanza. 

Inundado de soledad
soy la oscuridad raquítica.

Lágrimas oscuras penetran mi sangre 
rompen mi piel 
y entristecen mi silencio. 
Soy el olvido taciturno. 
Todos se fueron 
                                               ¡Estoy ciego! 
No sé de dónde sostenerme
                                                  no hay nadie.




Alejandro Montero 
Miembro de ESAC Capítulo Los Cabos 






Alejandro Montero Cabrera nació en Acapulco, Guerrero, el 21 de diciembre de 1995. Es un poeta de 21 años que disfruta de las letras y de transformar sus sentimientos en versos. Ya desde los 15 años comenzó a hacer sus primeros trabajos publicados en internet. Estudia psicología y se caracteriza por amar el conocimiento. En mayo del 2016 llega a La Villa del Poeta donde decide finalmente tomar a la poesía como un oficio y participa en diversos eventos. En septiembre del 2017 logra publicar un pequeño “libro artesanal” titulado La Locura del Poeta en un evento de Noches de Plenilunio con ayuda de la Editorial Godesca de Diana Osiris Mendívil.

martes, 14 de noviembre de 2017

Alguien a quien amar

Alguien a quien amar

por Alejandro Montero Cabrera

Amar a la aurora robada 
o amar a la meditabunda noche
bañada de estrellas
que me recita 
                       mi propia soledad.

Sostener fantasías 
que acaricien mis párpados
me seduzcan los oídos
me inciten a volverme loco de sueños
                    y a ver tu inocente rubor
                                     emergiendo en mi pecho.

Saltar de pétalo en pétalo.
Ser el fantasma ensimismado
                                    de pestañas usurpadas.

Observar la ilusión chispeante 
que resplandece en voces esperanzadas.
¿Serán acaso espejismos
                                 de mi anhelo perpetrado?

Amar las nubes de mi ensueño
amar la brisa onírica 
                                 que asalta mi piel.
Ser el sonámbulo 
del amor no encontrado
que secuestra 
                              a lengüetadas 
tu calor.

Heridas clavadas en las rosas
al no saber qué encontrar.
Brújulas perdidas en sus propias sombras
sumergidas en el abismo de su trémulo.
¿Será el futuro portador
                                   del perfume de tu aliento?

Amarte suplico al viento
encontrar tus ojos en el sol
depositar mi corola en tu vientre 
vivir para amar 
                        la poesía de tu cabello
y juntos
                        embelesados
ser la gema
                      que florece en tus labios
ser la boca
                         que se planta entre tus pechos.

Resultado de imagen para amar


lunes, 6 de noviembre de 2017

Convocatoria colaboraciones ESAC Los Cabos Nov-Dic 2017

Convocatoria literaria
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Cuento corto
Poesía
Reseña Literaria
Ensayo

Tema : LA LITERATURA y/o LA SOLEDAD
Archivos en WORD
3 cuartillas  máxima extensión
Arial 12 Doble espacio

semblanza corta (media cuartilla máximo) en archivo aparte
Imágenes y foto en archivo aparte JPGE/ JPG
sophiachiquetts@gmail.com
Fecha Límite : 17 nov 2017



miércoles, 1 de noviembre de 2017

"Poesía en el barro" Sofia Chiquetts (poesía)

Poesía en el barro
Sofía Chiquetts

Presiento que ya vienes, 
se estremece el aire.
Flotas entre letras que sangran.
Poesía en cada gota
que se derrama del rosal.

Como avispero mis oídos zumban,
Poesía en el aire, 
Poesía en el barro,
Poesía en la sonrisa cansada. 

En la carcajada al lado de la mar,
como el limo del casco de un navío 
poesía en el diario andar. 


Lentos pasos y pausado caminar ,
Tiene poesía la ciénaga y el manglar.
Mi mirada se nubla en ráfagas azules
y la piel se eriza como las olas ante la ingrávida luna

Amores de otros tiempos con su caminar, con su llorar son poesía, 
Pesares de hoy envueltos en nostalgia también llevan poesía,
y las lágrimas de la nana son toda poesía.


Y la poesía del barrio con su medio sueldo
se yergue en medio de la carencia y el sudor.
Un amanecer sosegado y sereno
esta impregnado de melancolía,
ese sobrenombre poco virtuoso de la poesía.

Poesía en el recién nacido y 
en el gesto desdeñoso del abuelo.
Poesía en la cama y en la calma.

Naufragio de los sentidos,
nube coqueta que se pasea con el viento,
todo es poesía en este universo.

Sofía Chiquetts 
Octubre 2017 




martes, 31 de octubre de 2017

Pesadilla 01 Bruno Lojero (Prosa)

Pesadilla 01.
Bruno Lojero

Hace algunos días dormitaba en el sillón de mi sala, trataba de reunir la voluntad para incorporarme y escapar de la somnolencia que en ese momento me dominaba. Pero algún pensamiento debió haber atrapado mi atención por un instante, distrayéndome, haciéndome perder esa pequeña batalla que libraba en contra del sueño.
En un instante me vi sentado en la butaca de un salón enorme, una especie de cine de dimensiones gigantescas. A mi alrededor, una multitud observaba atentamente la pantalla, sin separar sus ojos de esta ni por un instante. Las imágenes que aparecían en la pantalla eran grotescas, además, carecían de cualquier sentido, se pasaba de una escena a otra sin que alguna historia las uniese, lo único que parecían tener en común, era que en todas se mostraban pasajes de desolación y de tragedia que dejaban una sensación de angustia en quien las mirase.



Las escenas, aunque horribles, atraparon mi atención. Noté que al fijar la mirada en ellas, poco a poco se iban llenando de detalles: a primera vista todo parecía un dibujo a blanco y negro, como si se tratase de un grabado plasmado a tinta sobre pergamino o sobre un papel deteriorado, pero, cuando se detenía la mirada en ellos, iban tomando claridad, se iban dibujando de mejor manera adquiriendo secos colores, luces y texturas desgastadas hasta que, al final, se transformaban en escenas que ya no eran dibujos sino imágenes reales con gente que padecía en verdad aquellas torturas y sufrimientos.
Yo permanecía inmóvil, sentado, sólo movía la cabeza de un lado a otro. Lentamente volteaba de un lado a otro para observar a la audiencia que en un completo silencio, me acompañaba mirando los dantescos pasajes. Entonces para mi horror, noté que al igual que sucedía al fijar la vista en la pantalla, si detenía mí atención en alguno de los espectadores sus facciones igualmente cambiaban, se deformaban, se retorcían sobre sí mismas, convirtiéndolos en espectros de muecas estáticas y miradas vacías.
Regresé la vista a la proyección pensando que así, elegía el menor de los males, entonces fue que pude ver un par de escenas más. En la primera se veía a cientos de hombres corriendo con desesperación, como si escaparan de algún terrible peligro, a su paso se derribaban unos a otros, aventaban a los más débiles, a los ancianos y a los heridos quienes una vez en el lodo no
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lograban reincorporarse. Las pisadas de la torpe y cruel multitud los aplastaban, quedando indefensos, hundiéndose en el pestilente lodazal.


Ésta era la primera de las escenas en la que mantenía mi atención por tanto tiempo, muy pronto pasó de ser un grabado de líneas negras sobre láminas de cobre, para convertirse en una escena real, después, además de los colores y de las luces, se fueron agregando sonidos: comencé a escuchar los gritos y lamentos que antes no escuchaba, hasta me pareció sentir el terrible olor que despedía el humeante suelo negro de la escena, fue una experiencia terrible. Hombres y mujeres gemían y lloraban, sus expresiones iban calando de a poco en mi ánimo. Afortunadamente en ese momento fue que tomé conciencia de que me encontraba en una amarga pesadilla, de que solamente tendría que soportarla un poco más hasta despertar y entonces me olvidaría de ella para siempre.
En la pantalla, el ejército de hombres continuaba en su desesperado escape. Cuando pasaban por un sitio el suelo lodoso quedaba lleno de cuerpos medio enterrados, aún con vida. Las miserables siluetas levantaban sus manos implorando, con la mirada fija en el cielo grisáceo que tapizaba el firmamento. De pronto, la negra arena comenzó a moverse, como si se tratase de una alfombra que fuese jalada toda a un mismo tiempo, el suelo comenzó a desplazarse en dirección contraria a la que llevaba la horda de hombres egoístas. A todos los fue trayendo de regreso, arrastrándolos, como lo habría hecho el agua del mar, este lodo negro comenzó a llevarlos hacía sus adentros sin importar cuanto lucharan o cuán rápido corrieran.
Unos cientos de pasos atrás se había formado una cresta de enormes proporciones, era una muralla larguísima, interminable que iba de un lado al otro de la tierra y que iba engulléndolo todo, hasta ahogar a los hombres que habían intentado huir inútilmente. La ola los tragaba, y poco a poco los gritos y el llanto fueron acallados por el sordo sonido de aquel mar de piedras, grave y constante. Este sonido fue elevando su volumen hasta que hizo temblar el mismo suelo sobre el que me encontraba. El gruñido de la ola lo saturó todo.
Aunque esta parecía una ola de mar, no se movía, permanecía inmóvil jalando el suelo hacia ella como un gigantesco molino de rocas, insaciable, no hacía distinciones, no tenía piedad. Después de que todos los hombres fueron tragados, la cresta de la ola comenzó a descender junto con el sonoro gruñido de sus entrañas, después de unos momentos, el negro mar quedó nuevamente plano, formando un desierto negro y humeante.


Se podían ver las caras de muchos de los hombres sobresaliendo del barro, muertos, y entonces, comenzó a llover, gotas grisáceas y pestilentes saturaron la escena. La lluvia fue cubriendo las caras que habían quedado petrificadas en la superficie y en poco tiempo todo se volvió un pantano inconmensurable, la lluvia cesó y todo permaneció en silencio por un largo tiempo.
Cuando sentí que mi alma comenzaba a descansar de aquella angustia, se escuchó nuevamente un sonido, un ruido de marcha que iba acrecentándose, en el horizonte se adivinada una nueva horda de hombres corriendo con desesperación. Entonces la pantalla se cerró en una imagen negra.
Volteé a ver a los lados, sobresaltado después de aquello que acababa de observar. Al hacerlo, una vez más vi como la audiencia tomaba formas enfermizas y terribles, regresé la mirada a la proyección. La imagen una vez más se mostraba como un grabado hecho a tinta, pero esta vez plasmado sobre una piel de cerdo: en la pantalla se veían figuras humanoides que arrastraban sus pasos por el suelo, sin despegar nunca los pies de lo que parecía ser un piso de concreto, las figuras deambulaban un paso a la vez por calles que no tenían ninguna cosa, ni árboles, ni animales, ni gente que pareciera normal.
Las blanquecinas siluetas entraban y salían de algunos edificios, y ahí, una vez más, al detener mi mirada en la pantalla, el detalle de la imagen se fue aclarando hasta formar escenas tan claras y reales, que dudaba de que todo eso fuese un sueño, (cuando esta posibilidad pasó por mi mente sentí terror).
Seguí con la mirada a una de las figuras errantes y la vi entrar en uno de aquellos edificios, la película persiguió a la silueta que había elegido y así pude ver dentro de aquel lugar que por fuera parecía una enorme caja de concreto sin ventanas. Por dentro, el edificio estaba lleno de aquellos hombres, que al fin, eso era lo que representaban esas languidecentes figuras que carecían de facciones, de personalidad o de detalles que los diferenciaran a unos de otros.

Las figuras se agrupaban sin orden, aguardando estáticos. Busqué con la mirada un punto en la pantalla en donde hubiese movimiento y pude encontrarlo en unas puertas que dejaban pasar a las figuras de a una en una.
Como si mi vista fuese un insecto capaz de volar por la pantalla, me acerqué hasta esas puertas y crucé a la siguiente habitación. Dentro, se levantaba un espacio enorme, lleno de máquinas, de soportes metálicos y de millares de hilos que colgaban de telares invertidos fijados en el techo. Estos hilos se recogían en la parte más alta de la nave en enormes madejas translúcidas, al bajar la mirada se podía ver que estas hebras blanquecinas procedían de distintos puntos a lo largo y ancho de esta lúgubre fábrica. En la parte cercana al suelo unas delgadas telas que formaban triángulos, se separaban poco a poco en millares de hebras, siendo estas, los hilos que eran jalados hacia arriba en donde se enredaban en las enormes bolas amorfas y transparentes.
Los puntos desde los que se desprendían estas telas también eran numerosos, tal vez cientos. Una vez más, mirando fijamente a uno de estos puntos, pude acercarme a él y ver que la fuente de la cual se desprendía la tela transparente eran unos capullos que contenían una de las figuras humanoides. Las máquinas los tomaban con delgados brazos metálicos y jalaban de su piel en distintas partes de sus cuerpos, al hacer esto, la piel se desprendía, elástica y translúcida, mientras las máquinas jalaban de su piel, las languidescentes figuras parecían gritar rotas en dolor, alzaban la mirada y movían la boca como si gimiesen, pero ningún sonido salía de sus gargantas, en unos momentos las máquinas los transformaban en estos capullos que giraban lentamente sobre ellos mismos para permitir que se les fuese retirando la piel que se volvería hilos más adelante en el proceso.
Al darme cuenta de esto, al reflexionar sobre lo que veía y darme cuenta del mecánico funcionamiento de esta maligna maquinaria me llené de angustia y temor.
Mientras todo esto sucedía, la pantalla de la proyección le iba ganando terreno a la sala, acercándose cada vez más a los espectadores. A mi alrededor pude ver las figuras que, cuando se les terminaba la piel, eran desechadas como varas quemadas, pero no por el fuego, sino por el sol y por el olvido, desperdiciadas, vueltas nada, sin un signo ni una cicatriz sobre su frente que nos ayudase a distinguirlos. Eso me impactó sobre todo, sin un nombre. Sin ser.
De entre todos estos pensamientos, me ayudé del único que parecía brindarme consuelo, del que me pareció, podía brindarme algo de esperanza: me esforcé en pensar en que todo aquello era una pesadilla, un sueño terrible.


Con esto en mi mente, logré recorrer el camino de regreso, de vuelta hasta mi asiento en aquel cine infernal. Una vez ahí, pensé en huir y cuando lo hice, vi con horror que el sitio en el que estaba ya no era más un cine.
Ahora me encontraba al fondo de aquella nave industrial, en aquellas gradas infernales, viendo con horror cómo la única puerta se vislumbraba a lo lejos, tan lejos de mi como podría haber estado cualquier cosa. Para llegar a ella, debería caminar por aquella fábrica, recorrerla completamente hasta el final y todo esto, con la incertidumbre de qué sería lo que encontraría detrás de aquellas lejanísimas puertas. Tal vez otro galerón de figuras desprendiéndose de ellas mismas. Tal vez la sombría calle, aquella ciudad atestada de perdidas almas deambulantes. Traté de gritar, pero mi voz estaba seca, i mirada ya no lograba volar como un insecto, estaba prisionero, atado a mí ser. Traté de perderme dentro de mí mismo, de olvidarme y tal vez así lograría despertar, pero esa esperanza se volvía más y más débil cada vez que acudía a ella, al igual que las languidecentes figuras, se había vuelto frágil, translúcida. Ya no era una certeza, podía ver a través de ella y ahora, dudaba de ella ¿Era todo aquello un sueño? O más bien ese era mi deseo, que nada fuese verdad, que hubiese una realidad y un mundo aguardando por mí, un mundo sólido, esperando a que yo despertase.
Desesperado, me perdí, me olvidé a mí mismo, sin voluntad me levanté de mi asiento, pude ver que muchos otros en la sala hacían lo mismo, entonces entré en uno de los grupos de aquellos fantasmas descarnados, veía mis manos y ahora, de manera inversa a como había sucedido con las imágenes de la infernal película, vi como mis manos humanas se iban desvaneciendo, borrándose, volviéndose éter, aguada tinta sobre un lienzo deplorable, sentí como si me inundase el sueño, pero no era tal, era un entumecimiento que me llenó y en pocos momentos me olvidé de cual era mi nombre, me olvidé de cuál de entre todos aquellos fantasmas era yo y entonces, esperé mi turno.


Bruno Lojero. Oct. 2017. 

lunes, 30 de octubre de 2017

Un ruido extraño TheKraken


Un ruido extraño 

TheKraken

Me despertó un ruido extraño: "Otra vez ese gato", pensé adormilada. Se escuchó de nuevo y me levanté como resorte de la cama. Descalza me acerqué a la ventana buscando con mirada felina algún objeto con qué defenderme. Afuera, la negrura no me permitía distinguir nada, hasta que un golpe en la puerta me hizo estremecer. -¿Puedo entrar?- se escuchó del otro lado una voz ronca y lastimera.Deje salir el aire que tenía atrapado y recargue la frente en la puerta fría. Te extrañaba con cada célula, respirar dolía tanto. Pero no quería dejarte entrar de nuevo a mi vida y desnudar mis pensamientos ante ti. Me entregue sin reservas y me hiciste a un lado con un pretexto desgastado. Mi piel ardía donde tus besos me encontraron. Los suspiros abandonaban mi pecho para volver a ti. Gire el pomo de la puerta temblando como una hoja. Te vi cansado, triste y una lágrima se me escapó sin avisar. Tus manos acunaron mi rostro y besaste cada centímetro mientras los sollozos me abandonaban rompiendo el silencio.



-Te necesito- dijimos a la vez y nuestros ojos se perdieron en el otro y en el mar que inventamos para perdernos. ¿Crees en las segundas oportunidades?


TheKraken 
Julio 7, 2017

TheKraken pseudonimo de Anythé Aguirre, artista de 32 años, 8 años residiendo en BCS, mamá, hermana e hija, espíritu creativo. 
Contacto 6241572409
anythe@gmail.com

lunes, 23 de octubre de 2017

Te espero Bobby García

LA SUERTE ESTÁ ECHADA 732)
                                                                                                                Bobby García
&.- Viernes de soledad
&.- Te espero (poesía)

Hace dos días leí por Facebook el poema de Mario Benedetti, Te Espero. Recordé entonces, que hacía como 16 años que había publicado el poemario “Ayer platiqué con la muerte” en el que, entre muchos poemas, aparece uno al que también llamé “Te espero”.

Transcribo un fragmento del de Benedetti para luego transcribir el mío:

Te  espero cuando la noche se haga día
 suspiros de esperanzas ya perdidas.
No creo que vengas, lo sé,
sé que no vendrás.
Sé que soy un idiota al esperarte,
pues sé que no vendrás.

Te espero

Te espero donde siempre te he esperado
en las bancas del corazón
en las calles de mis manos
en las tiendas de amuletos
siempre te espero así
allí siempre te espero.

Te espero donde siempre
donde siempre te he esperado
en el overol del domingo
en las fiestas de tus pechos
en las ansias del diván
siempre te espero allí.

Te espero donde siempre
donde siempre te he esperado
en las horas compartidas
en el miedo de encontrarte
la niña que juega en ti
en la soledad de tu miedo
allí siempre te espero.

Te espero donde siempre
donde siempre te he esperado
en la piel de los amantes
en el húmedo secreto
en las bolsas clandestinas
¡escaparates de sueños!
siempre te espero así.

Te espero donde siempre
en el temor de perderte
en el silencio que duele
en el trajín del mercado
tu lángara travesura
allí siempre te espero
al tendero contando mi espera
cien años te espero allí.

Te espero donde siempre
en el umbral de la puerta
con sus tamaños pelones ojos
complicidad silenciosa
acarició tus pezones
y tus labios que me tiemblan
siempre te espero así.

Y si después de esperarte
desearte y quererte tanto
mis manos quedan vacías
y cierran todas las tiendas
y el corazón se derrumba
sin tus pechos de overol
y el diván está vacío
y el aposento se enferma
y la puerta llora tu ausencia
va en prenda toda mi espera
respirarte con sólo verte
vale quemar el diván
rosas negras en la silla
de negro toda mi espera
la dicha de conocerte.

Y si después de esperarte así
mis horas lloran muy solas
sin la niña que vive en ti
y el corazón se derrumba
sin el húmedo secreto
sentir tu temblor al verte
valen todas mis penas
la dicha de conocerte
el haberte conocido.

Y si después de esperarte
mis amuletos se arrumban
en el andén, en los muelles
solitarios sin amantes
y si después de esperarte
como banderas al viento
el pañuelo del secreto
el secreto del diván
tus pezones, tu overol
vale mi triste pena
la dicha de conocerte.

Esas bolsas clandestinas
escaparates de lluvias.

Clandestinos los momentos
sin relojes, sin amarras
¡Qué tormentos! qué tormenta.

Y si después de esperarte
mis manos están vacías
y el corazón se derrumba
sin tus pechos de overol
y el aposento se queda sin los recuerdos
recuerdos de negro encaje
¡qué triste fue conocerte!
qué dicha fue esperarte
qué locura haber creído
llenar las manos de sueños
en las horas del diván.

Y si después de esperarte
donde siempre te esperé
se derrumbó el corazón
ese frío tan caliente
que germina por mi nuca
es el fuego de tu espera
espera que no llegó.

Y si después de esperarte
no entibian tus manos las mías
dejas mi amor calcinado…
no vuelvas no vuelvas.

Y si después de esperarte
mi espera se hace más larga
mis noches sin sus estrellas
tus pezones sin mis manos
el overol sin tu cuerpo
el overol del domingo…
No vuelvas no vuelvas…

Cuando la muerte platicó conmigo
me preguntó por ti
que si en qué esquina te me habías olvidado
que si en qué mercado
te habías extraviado
que si en qué lugar exacto de mis huesos
te encontrabas
que si en qué lugar exacto de mis sueños
dormitabas…

Alea Jacta Est.- 24-08-17.- Miembro de ESAC.-  



viernes, 20 de octubre de 2017

¡Libertad ! Cuento de Rebeca Gutierrez Avilés

¡LIBERTAD!

Faltaban apenas tres minutos para la salida del autobús, y aún no había tomado una decisión. Me sentía como niña perdida en medio del tumulto, no sabía si era lo más correcto, o si como todas las mujeres en este mundo de hombres, debería acallar mis sueños y continuar con mi vida rutinaria.


Despertarme cada mañana a la misma hora, con la misma compañía, hablar de los mismos temas aburridos y sin interés para ninguno de los dos, los mismos olores matinales acompañando nuestra soledad interior. Nuestro tedio, nuestra amargura, pues a pesar de los años compartidos, experiencias y sinsabores, no habíamos logrado rescatar nada valioso, todo, absolutamente todo lo hermoso se había esfumado en el valle de la muerte.

Ya no sabíamos en qué momento se nos había olvidado sonreír cuando llegaba el compañero, -¿Cuándo y en qué momento se perdió el encantó?
Todo se había convertido en una carga demasiado pesada que con el correr de los años, se había tornado ¡insoportable!


Hasta el más simple comentario era tomado a mal, los ronquidos, la ropa desordenada, el plato sin lavar y dejado al olvido, la forma en que oprimía el tubo de pasta dental, todo, todo, ¡Todo era detestable! ¡Insostenible!
Yo no era,  ni creía haber sido una “Perita en dulce”, sin embargo uno siempre ve “La paja en el ojo ajeno y no el vigón que llevamos dentro”. Así que ni para qué quejarme más, mejor buscar una salida; sí, una salida, tal vez falsa para muchas personas, pero hoy por primera vez no quería pensar en nadie más, ¡Sólo en mí!
Había tomado la decisión de dejarlo solo, sí, ¡Solo!, aunque se “consumiera de amor por mí”, no volvería. Ya eran demasiados los insultos, demasiados los desengaños, los olvidos, los “no-detalles”, y todo eso me tenía hasta la coronilla.



Ya no tenía sentido seguir juntos, ¡Mejor muertos que juntos!
Mi maleta era la representante de mis sueños, pues en ella llevaba sólo lo indispensable, nada que pesara, ya había tenido bastante con esa carga de años viejos, de sueños destruidos, de planes nunca llevados a cabo.
¡Basta! Me había dicho esa mañana, justo después de que saliste azotando la puerta y mascullando unas palabras hirientes, como tu risa burlona cuando yo me equivocaba en alguna cosa intrascendente y tú la ridiculizabas hasta hacerme llorar, o de plano rabiar de coraje amargándome el día, para después llamarme y decirme tiernamente - ¿Me disculpas, mi amor?, ¡Basta, una y mil veces basta!
Ahora aunque ya estamos viejos, y que con los años viene la calma, he decidido irme lejos, lo más lejos posible de ti, de todo lo que me recuerde esa vida pasada y tan amarga como la hiel, tan triste y sin sentido, tan vacía.


Aunque no dejaba de pensar en mis seres queridos, -¿Qué van a decir?, ¿Cómo lo tomarán?, ¿Me comprenderán?, Pero no, no me volverían a retener; eso fue hace muchos años un motivo de angustia, sus rostros asustados mirándome, cuestionándome, recriminando mi actitud y mi desamor. Pero hoy las cosas han cambiado, ya no son niños, son adultos y seres independientes, ya no me necesitan, ya nadie me necesita, es tiempo de volar, de lograr aunque sea algo para mí, algo siempre soñado, algo como…
¡La libertad!, ¡Sí!, La libertad de levantarme a la hora que se me dé la gana, la libertad de comer lo que yo quiera, la libertad de ponerme lo que se me antoje, la libertad de pintar mi casa como siempre soñé, de hablarle a quien yo desee, de ir y venir como me venga en gana, de viajar y comprar las cosas más increíbles y ridículas, pero muy mi gusto, o simplemente no levantarme, no aparentar una felicidad que no siento, no ponerme la ridícula careta matinal y fingir que todo está bien, cuando es todo lo contrario, ¡Bendita libertad!
¿Por qué?- Es que nunca dejaré de cuestionarme, - ¿Por qué uno deja su individualidad para convertirse en el reflejo del otro?, - ¿Cuándo y en qué momento pierdes tu esencia y sólo respiras a través de la pareja?, ¿Por qué lo permitimos?, - ¿Por qué lo hacemos?
¿Por qué?, -¿Por qué?
-Y... ¿Por qué no?
- Pasajeros con destino a la ciudad de… - ¡Con permiso, -¡Con permiso!
- ¡Yo traigo el boleto número uno!




RGA

Recomendación literaria :LA TRADICIÓN VITIVINÍCOLA DE LOS COMONDÚ. Doctor Francisco López Gutiérrez

LA TRADICIÓN VITIVINÍCOLA DE LOS COMONDÚ. Doctor Francisco López Gutiérrez Editorial   Instituto Sudcaliforniano de cultura. ...